Al final han sido más de 20.000 entradas (quien lo diría cuando empecé con el blog), y ese ritmo de visitas se debe a vuestra fidelidad a la hora de leer lo que se me iba ocurriendo escribir aquí. Por ello os estoy muy agradecido, no sabéis lo mucho que me he divertido con alguno de los comentarios, y lo bueno que era saber que estábais pendientes de mi.
Bien, al final ha llegado la última entrada. Lo que viene a continuación es un relato del viaje de vuelta hasta Calahorra. Lo fuí escribiendo en un cuaderno a medida que iba llegando a cada una de las etapas (que fueron unas cuantas). Me temo que me ha quedado un poco largo, pero espero que sepáis perdonarme por enrollarme tanto.
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Nivel de inglés: Tras nueve meses en Australia puedo decir que mi nivel de inglés ha mejorado bastante, tal vez no tanto como había imaginado antes de salir, pero sí lo suficiente para poder mantener una conversación medianamente fluída (eso sí, llena de patadas al diccionario) y entender, más o menos, lo que me dicen. Me queda la espina del First Certificate (ese puñetero 57%...), pero volveré a presentarme al examen en España. Al final, aunque sea después de 30 intentos, lo aprobaré. Por otro lado conseguí sacar el nivel de B2 en el examen final de mi academia, por lo que tengo un certificado que avala ese nivel (aunque al final, a efectos prácticos, no sirva de mucho). En cualquier caso he logrado mi objetivo, que era mejorar sustancialmente en el idioma. Ahora otros nueve mesecitos más en Hawai o California, y ya con eso logro seguro el nivel de inglés que quería, je, je.
SYDNEY
Estoy sentado en el bar del aeropuerto a la vez que escribo esto, tomándome el último capuccino (me he gastado en él hasta la última de mis monedas australianas) mientras observo los aviones despegándo y tomándo tierra. Ha dejado de llover hace una hora y parece que el sol se ha animado al fin a asomar la cabeza. Bueno, al menos me despediré de Australia con un día despejado y agradable. Bastante mal me siento ya como para que aún encima tenga que dejar el país con la lluvia cayéndo como última imagen.
Y es que estoy un poco depre, qué le voy a hacer. Pensaba que me iba a resultar más sencillo, pero tras nueve meses aquí, regresar a España sabiendo que no voy a volver se hace bastante duro. Me he despedido de mi amigo Alex antes de montarme en el tren y se me ha hecho un nudo en el estómago; y después, a medida que iba dejando atrás las estaciones por las que he estado transitando todo este tiempo, pues como que el sentimiento de pena se ha intensificado aún más. Pero no quiero ponerme demasiado sentimental, que esto va a acabar pareciendo el puñetero "Cuentamé" y tampoco se trata de eso.
Hacer la maleta ha sido como montar un puzzle de cinco mil piezas, construír un mecano y pasarse el último nivel del Tetris, todo al mismo tiempo. La de cosas que se pueden acumular en nueve meses, y eso que he dejado un montón de objetos en casa. Total, que al final 30 kilitos en el maletón, más la maleta de mano con el Ipad, el Mac y unos cuantos libros, más una mochila a la espalda con todas las capas de ropa que me voy a ir poniendo a medida que me acerque al invierno, además de otro montón de ropa que no había forma de meter en la maleta principal.
El viaje hasta el aeropuerto ha sido fácil, el tren estaba cerca de casa, y desde allí, con un solo trasbordo, he llegado hasta la terminal. El problema ha venido cuando han pesado la maleta y me pasaba por siete kilos del peso permitido. El caso es que ya contaba con ello, y cuando la asistente (o como se llame) me ha contado que tenía que pagar $80 pues nada, a sacar la cartera y a pasar por caja, que le voy a hacer. Entonces veo que la pava marca $560 y se queda tan pancha. Flipando en colores le pregunto qué cojones es eso, por Dios; y claro, ella me cuenta que son $80... ¡pero por kilo! ¡Vamos, ni de coña!, antes quemo la maleta en su cara que pagar esa pasta.
Así que vuelta con el Tetris y a repartir siete kilos entre mi equipaje de mano (que ya de por sí estaba más petado que el camarote de los Marx). Un ingeniero no me hubiera venido nada mal en ese momento. Allí estaba yo, en medio de todo el mundo, sacando cosas de la maleta y metiéndolas a presión en las dos de mano. No sé ni cómo lo he conseguido, pero al final he logrado repartir seis kilos (el último me lo ha perdonado porque le estaba dándo lástima... o verguenza ajena). Eso sí, ahora acarreo con dos maletas de mano que pesan como bloques de hormigón las jodidas. Si de aquí no salgo con la espalda reventada será por obra divina.
Bien, primer nivel superado, ahora tocaba llorar un poco para ver si conseguía un asiento en la fila de salida de emergencia (por el tema del espacio y todo eso), pero claro, había que pagar más (cómo no). Al final, como me las había hecho pasar putas con el maletón, me ha sentado en un sitio en el que, según me ha dicho, no iba a tener problemas de espacio (ya veremos, lo mismo me sienta en el pasillo)
Cuando ya pensaba que no iba a tener más altercados, la mujer se ha fijado en mis dos equipajes de mano y sonriéndome (yo creo porque pensaba que yo debía ser medio retrasado) me cuenta que solo está permitido un equipaje de mano por pasajero. Así que otra vez a llorar: que si no puede hacer una excepción, que si no tengo forma de llevar solo una maleta de mano. Total, que al final la tía (hasta las narices del español toca pelotas) me dice que si quiero entrar con todo el equipaje, yo mismo, pero que si en la aduana me dicen que ni de coña, tendré que joderme y abandonar una maleta.
De verdad, que infierno lo del aeropuerto, te cobran una pasta y no dejan de tocarte las narices ni un instante. En fin, que no me quedaba otra, tenía que intentarlo.
He llegado hasta la aduana y allí un policía con malas pulgas (yo creo que era uno de los que me mandaron a casa en Nochevieja) se me ha quedado mirando cuando he desplegado todo lo que llevaba sobre la cinta transportadora, pero al final no me ha dicho nada y he logrado pasar sin problemas. Segundo nivel superado.
Así que aquí estoy, terminando el café y a quince minutos para embarcar. Espero que no haya problemas a la entrada del avión, ya os contaré.
¡Joder!, voy a echar de menos Australia.
SYDNEY to BANGKOK
¡Estoy super orgulloso!
Estaba esperando en la puerta de embarque para entrar en el avión cuando he visto a una pareja de abueletes que estaban más perdidos que los concursantes de Gran Hermano en una biblioteca. La chica de Quantas (la compañía australiana con la que viajo) estaba diciendo por megafonía que los pasajeros del vuelo tal y tal (el nuestro) podrían embarcar a medida que fueran diciendo el número de asiento. Claro, los pobres abuelos no se enteraban de nada, pero ahí estaba yo para traducirles lo que decían al español, si señor. Así que ya he hecho mi buena acción del día, llevándoles de la manita al interior del avión. Quien me iba a decir a mí hace nueve meses que sería capaz de entender lo que se escucha por megafonía en el aeropuerto (en inglés, se entiende). No, si al final aún habré sacado algo en claro de este viaje (aparte de convertirme en un experto en la elaboración de calimotxo y el diseño de juegos)
El caso es que no he tenido ningún problema para entrar en el avión con mis dos maletas cargadas hasta los topes. Lo malo es que mi asiento sin problemas de espacio, pues hombre... si eres David el gnomo o Papa Pitufo vale, pero en mi caso se queda un poco justo, la verdad. Me han dado un asiento de ventanilla (que sí, que vale, que tiene un poco más de sitio, pero tampoco es para tirar cohetes). Lo bueno es que he tenido una vista impresionante de Sydney al despegar, hasta me ha caído una lagrimilla y todo... Algún día tengo que volver a esta ciudad.
Ahora llevamos tres horitas de vuelo y estamos sobrevolando el Outback (el desierto central australiano). Nos han dado de cenar (un pollo que hasta estaba bueno y todo), e incluso me ha dado tiempo a ver Tintín (in English, of course). Me han tocado un par de alemanas a mi lado, pero no se muestran muy comunicativas... nada que ver con Fucking Michael.
Bueno, voy a dejar de dar la brasa. La noche ha caído sobre nosotros ahí fuera y están apagando las luces del avión. No tengo ni ostias de sueño, así que me quedaré viendo pelis y leyéndo un rato hasta que aterricemos en Bangkok, dentro de cinco horas más o menos. No me queda nada...
BANGKOK
Nueve horas de viaje han pasado, ya solo quedan... ¡Buffff!, prefiero no pensarlo. El viaje hasta este punto dentro de lo esperado, encajonado en mi asiento y con la tía de enfrente con su asiento a tope para atrás desde el minuto uno. Vamos, que me he estado acordando de toda la familia de la asistente de Sydney que me había "conseguido" este asiento tan maravilloso.
Hemos aterrizado en Bangkok a las 3.30am (en Sydney), 11.30pm (en Bangkok) y 5.30pm (en España). Menudo chocho de horas llevo encima, de verdad que ahora mismo no sé si es sábado, domingo, o estoy atrapado en el Día de la Marmota.
El caso es que nos hemos bajado del avión para volver a subir cuando este despegara para Londres. La tripulación , cuando les he preguntado, no tenían ni pajolera idea de a qué hora salíamos, así que nada más pisar el aeropuerto me he ido a mirar el horario de los vuelos. Del mío, ni rastro. Pero bueno, como no me fiaba un pelo del personal y lo último que quería era quedarme tirado en Bangkok, allí que me he quedado, sentado en el suelo y mirando fijamente el panel. Tras media hora sin ninguna información, y viendo que la cosa iba para largo, le he dado una tregua al panel para ir al baño.
Diez puñeteros minutos, eso me ha costado encontrar el servicio y volver frente al panel. Pues en esos diez minutos ya habían puesto mi vuelo, y salía en apenas diez minutos. ¡Diez minutos! ¡Vamos, no me jodas! Pues nada, a correr se ha dicho. Menos mal que por el camino me he encontrado con un tío que llevaba un cartelito con el número de mi vuelo y andaba a la caza de los rezagados, que al final éramos unos cuantos.
He llegado por los pelos, pero he llegado, que es lo que cuenta.
Ahora tengo por delante la etapa más chunga del viaje, un montón de horas hasta llegar a Londres. Me he propuesto permanecer despierto hasta que sea la hora de dormir en España. Según mi reloj ahora son las 7 de la tarde allí, por lo que tengo que aguantar al menos cuatro horas despierto como sea. Va a ser jodido, porque según el horario de Sydney, que es por el que mi cuerpo se rige ahora mismo, son las 5 de la mañana, por lo que si aguanto hasta las 8 (las tres horas que me he propuesto) llevaré 24 horas despierto.
Ya lo sé, menudo rollo os acabo de meter con lo de las horas. Lo siento, pero de alguna forma tengo que mantenerme despierto, ¿no?
Bueno, que el avión está despegando. Ya os contaré que tal esta segunda parte del vuelo.
BANGKOK to LONDON
Al final he aguantado un par de horas nada más. Ha sido terminar de cenar y caer frito. Lo malo es que me he dejado las pastillas para dormir en el maletón, y sin ellas solo he conseguido dormir tres horas, el resto del tiempo, mientras todo el mundo estaba sobando plácidamente, lo he pasado viendo un par de películas y leyendo. Se me ha hecho un poco largo, para qué voy a decir lo contrario, pero ya se ha pasado. Al menos no he estado demasido incómodo.
Ahora, mientras sobrevolamos Rusia, acabamos de tomar un potente desayuno con un café bien cargado (el plan -bastante peregrino, todo hay que decirlo- es ponerme doblado a café para no dormirme hasta que llegue la noche en España). Nos quedan unas tres horas para tomar tierra en Londres. Así con la tontería ya casi me he quitado, salvo imprevistos, la parte más chunga del viaje.
Hora española ahora mismo, las 4.35am. Tengo que mantenerme despierto las siguientes 18 horas como sea, aunque tenga que estar dándome tortas a mí mismo.
LONDON
Londres. Al fin he pisado suelo europeo. ¡Y menudo recibimiento! Ya cuando estábamos aterrizando se veían montones de nieve acumulada en las orillas de la pista. Eso no podía augurar nada bueno, no señor. Y así ha sido al bajar del avión y dirigirme a la terminal. ¡Menudo cambio de temperatura! Y eso que no he salido al exterior en ningún momento, pero claro, el frío ya se sabe, se cuela por los más diminutos huecos.
Menos mal que venía preparado para esta eventualidad (al fin y al cabo uno sigue siendo un chicarrón del norte) y he sacado un par de capas de ropa de la mochila (jersey y cazadora), que he sumado a las otras dos que llevaba puestas. No es mucho para enfrentarse a una ola de frío siberiano, pero tendrá que bastar. Lo bueno es que tampoco voy a pasar mucho tiempo en el exterior, por lo que supongo que me apañaré.
Bien, poco más que contar. Mi vuelo sale en unos cuarenta minutos, y estoy plantado enfrente del panel informativo (otra vez). Ya tengo localizado el avión, pero falta que pongan la puerta de embarque. De todas formas no me muevo de aquí aunque me lo haga encima. No me pasa lo de Bangkok otra vez ni de coña.
LONDON to MADRID
Es raro volver a escuchar a casi todo el mundo hablando en español. Vuelo con Iberia desde Londres a Madrid, y claro, aquí la mayoría habla la lengua patria. Cuando le he preguntado en inglés a la azafata por mi asiento, se me ha quedado mirando y acto seguido me ha preguntado (bueno, casi ha sido una afirmación) si era español (para que os hagáis una idea de mi exquisito acento y pronunciación ingleses)
Por lo demás el avión es lo esperado, un autobús con alas salido de un cómic de Mortadelo. Ya he podido escuchar un par de conversaciones acerca de lo que más preocupa en el país (con el permiso de la crisis): el fútbol. Que si el Barcelona se ha quedado descolgado de la liga, que si patatín, que si patatán (que bien estaba en Australia sin saber nada sobre el puñetero fútbol). Luego me han dejado "El País" y ya me he puesto al día del descalabro general que nos asfixia. Vamos, que leerlo ha sido todo un soplo de optimismo y buen rollo.
Mientras estaba escribiendo esto, el comandante (mucho cargo me parece a mí pare esta lata de sardinas) nos ha informado que acabábamos de entrar en espacio aéreo español. En una hora, más o menos, aterrizamos en Madrid.
Aunque sea perdido en las alturas, ya he llegado a España.
MADRID
Piso suelo español por primera vez en nueve meses. Por fín me he librado de todos los aviones (voy a acabar odiándolos). El maletón ha llegado en perfecto estado y he logrado volver a meter en él todas las cosas que en Sydney tuve que distribuir entre el equipaje de mano. Nada más salir de la zona de recogida de equipajes me he encontrado con Alberto, que estaba esperándome fuera. Un abrazo y a tomarnos unos pinchitos antes de coger el AVE.
La verdad es que me he alegrado mogollón de verlo; el primer amigo de la cuadrilla con el que estoy después de tanto tiempo. Además me ha venido a buscar con el coche y me ha llevado a la estación, todo un lujo. No contento con ello, también ha pagado los pinchos. Si es que con amigos así es una gozada volver de viaje.
Y con respecto a los pinchos... Los echaba de menos, la verdad. Eso de salir a tomarte un vinito o una caña mientras picas algo no se estila mucho en Australia. Es algo que sientes que te falta cuando estás allí.
En fín, que muy bien esta primera toma de contacto. Y en cuanto al tiempo ni tan mal. Yo esperaba encontrarme rachas de viento helado, nieve y témpanos de hielo, pero nada de eso: cuatro grados de temperatura que con el sol calentando el ambiente se hacían muy llevaderos.
Ahora a pillar el AVE y a olvidarme de los malditos aviones.
MADRID to ZARAGOZA
¡Esto es vida! Lástima que no haya una línea de AVE a Australia.
Pillé preferente tanto en el AVE que me lleva a Zaragoza como en el Altaria que luego me llevará a Calahorra; primero porque sabía que iba a estar reventado del viaje y me merecía cierto lujo, y segundo porque el billete en preferente estaba al mismo precio que el normal (bueno, a decir verdad eso fue lo que realmente me decidió)
Fue un acierto. Ahora estoy sentado en una butaca que tiene el triple de espacio del que disponía en el avión, además de que me puedo dar un paseo por el espacioso pasillo cuando me venga en gana. Acabo de terminar de comer (Ensalada lombarda con manzana, Milhojas de bacalao con queso Emmental, Queso Camembert con pan tumaca y un café en condiciones), y mientras escribo esto me estoy tomando un licor de crema de orujo para que la digestión sea menos pesada. Son las cuatro y media pasadas, por lo que no me queda nada para llegar a Zaragoza. Esto sí que es viajar y no el puñetero avión.
Por cierto, sigo despierto. Me he tomado dos cafés sin azucar, así que mi plan de no dormir hasta la noche sigue adelante sin fisuras.
ZARAGOZA
Apenas media hora en la estación para salir del AVE y meterme en el Altaria, pero tiempo suficiente para tomarme un café (y van...) con Enrique, que a pesar del poco tiempo que he estado en Zaragoza, se ha pasado para estar un rato conmigo. Ni que decir tiene que también me he alegrado mucho de verlo, todo un detalle por su parte pasarse por la estación para media hora escasa. ¡Jo!, tal como le he dicho (y a Alberto también) parece que fue la semana pasada cuando me despedía en la misma estación para pirarme a Australia. Lo cierto es que se ha pasado volando (eso siginifica que lo he disfrutado)
Como he dicho poco rato en Zaragoza. Apenas me he metido el café y ya tenía que ir al andén para pillar el último tren. Parecía muy lejano cuando salía ayer por la puerta del apartamento de Bondi Junction, pero esto ya está llegando al final...
ZARAGOZA to CALAHORRA
Ahora sí que no me queda nada para llegar. Acabo de pasar Tudela, así que en apenas un cuarto de hora estaré de vuelta, oficialmente, en el pueblo. Se me hace un poco raro pensar en ello, han sido nueve meses increíbles, y una experiencia única en la vida. Lo cierto es que estoy muy contento de haberlo hecho, algo así no siempre se tiene la oportunidad de llevarlo a cabo, y ya me he quitado la espinita del inglés y la de pasar una temporada fuera. Os agradezco a todos los que habéis estado pendientes de mí todo este tiempo, bien leyéndome en el blog, bien poniendo comentarios. Todo ha sido mucho más fácil sabiendo que estábais allí.
Este tramo del viaje ha sido el más tranquilo. Mejor, un poco de relax antes de llegar a Calahorra y enfrentarme a lo que mis amigos hayan preparado para recibirme. ¡Miedo me da! Quizá debería ir al vagón cafetería y meterme un par de chupitos para afrontar lo que viene...
CALAHORRA
Lo de mis amigos ha sido la leche, ja, ja. Estaba el tren aproximándose a la estación cuando uno de mis compañeros de viaje a mirado por la ventanilla (yo estaba un poco escondido, sin saber si bajar o tirar hasta Logroño) y se ha quedado loco al ver a un montón de peña en el andén, con un cartel gigante de bienvenida (Güellcon Luisito creo que ponía), sombreros australianos en la cabeza, un tambor, bocinas, dos megáfonos... Vamos, un infierno. Total, que como quien se lanza a la piscina sin saber si está vacía, llena o repleta de cocodrilos, he bajado del tren y así ha comenzado el espectáculo. Gritos, bocinazos, repicar del tambor... Hasta que el Ruiseñor (mi amigo Guillermo) se ha puesto a cantar sus famosos chopos. Y yo ahí parado, en medio, aguantando el frío y lo que es peor, toda la brasa. Pero ha estado muy bien, me he reído, sobre todo al ver el careto que pònían los del tren, que miraban por las ventanas flopando en colores (no les culpo). Muy buena bienvenida, si señor... Si es que tengo unos amigos que no me los merezco (bueno, sí que me los merezco, que narices, yo hubiera pegado la misma brasa o más si hubiera estado en su situación, ja, ja)
Tras el recibimiento inicial en plan garrulo han llegado los abrazos y el tradicional manteo, y después todos a casita, ya habrá tiempo de estar con todos los amigos más adelante y más tranquilos. De todas formas muchas gracias a todos por el recibimiento, ha sido muy bueno.
Ya estoy de vuelta en Calahorra después de esta pequeña aventura. Además he llegado el día perfecto, en el cumpleaños de mi madre. Una buena cena me esperaba en casa, aunque tampoco he podido comer demasiado, de tan reventado como estaba por el viaje.
En fín, que esto se ha acabado. Como ya he dicho ha sido algo irrepetible, una experiencia única en la vida (aunque espero que haya más, diferentes y mejores si es posible). Pero tal como decía en el anterior post todo llega al final, y esto es el final de mi viaje (y por ende del blog). Recuerdo que utilicé un ejemplo del Señor de los Anillos (perdonad la referencia friki) al principio, cuando hablé del record superado en cuanto a días viviendo fuera de casa. Pues bien, siguiendo con ese libro, me viene a la memoria el final de este, en el que Sam, tras regresar de toda la aventura que lo ha llevado a recorrer lugares con los que antes solo se permitía soñar, entra en su casa, y suspirando dice: "Bueno, estoy de vuelta"
Pues bien, no se me ocurre otra frase mejor para poner punto y final a este blog.
Bueno, estoy de vuelta.
All good things come to an end... es verdad, pero al menos las has vivido.
THE END