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domingo, 12 de febrero de 2012

The longest travel

Antes de que os pongáis a leer esto, quiero avisar que esta será la última entrada que voy a escribir en el blog. Ya estoy de vuelta y por lo tanto no tendría ningún sentido continuar con un blog cuyo propósito era relatar las "aventuras" que me iban aconteciendo en Australia.
Al final han sido más de 20.000 entradas (quien lo diría cuando empecé con el blog), y ese ritmo de visitas se debe a vuestra fidelidad a la hora de leer lo que se me iba ocurriendo escribir aquí. Por ello os estoy muy agradecido, no sabéis lo mucho que me he divertido con alguno de los comentarios, y lo bueno que era saber que estábais pendientes de mi.

Bien, al final ha llegado la última entrada. Lo que viene a continuación es un relato del viaje de vuelta hasta Calahorra. Lo fuí escribiendo en un cuaderno a medida que iba llegando a cada una de las etapas (que fueron unas cuantas). Me temo que me ha quedado un poco largo, pero espero que sepáis perdonarme por enrollarme tanto.
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Nivel de inglés: Tras nueve meses en Australia puedo decir que mi nivel de inglés ha mejorado bastante, tal vez no tanto como había imaginado antes de salir, pero sí lo suficiente para poder mantener una conversación medianamente fluída (eso sí, llena de patadas al diccionario) y entender, más o menos, lo que me dicen. Me queda la espina del First Certificate (ese puñetero 57%...), pero volveré a presentarme al examen en España. Al final, aunque sea después de 30 intentos, lo aprobaré. Por otro lado conseguí sacar el nivel de B2 en el examen final de mi academia, por lo que tengo un certificado que avala ese nivel (aunque al final, a efectos prácticos, no sirva de mucho). En cualquier caso he logrado mi objetivo, que era mejorar sustancialmente en el idioma. Ahora otros nueve mesecitos más en Hawai o California, y ya con eso logro seguro el nivel de inglés que quería, je, je.



SYDNEY

Estoy sentado en el bar del aeropuerto a la vez que escribo esto, tomándome el último capuccino (me he gastado en él hasta la última de mis monedas australianas) mientras observo los aviones despegándo y tomándo tierra. Ha dejado de llover hace una hora y parece que el sol se ha animado al fin a asomar la cabeza. Bueno, al menos me despediré de Australia con un día despejado y agradable. Bastante mal me siento ya como para que aún encima tenga que dejar el país con la lluvia cayéndo como última imagen.

Y es que estoy un poco depre, qué le voy a hacer. Pensaba que me iba a resultar más sencillo, pero tras nueve meses aquí, regresar a España sabiendo que no voy a volver se hace bastante duro. Me he despedido de mi amigo Alex antes de montarme en el tren y se me ha hecho un nudo en el estómago; y después, a medida que iba dejando atrás las estaciones por las que he estado transitando todo este tiempo, pues como que el sentimiento de pena se ha intensificado aún más. Pero no quiero ponerme demasiado sentimental, que esto va a acabar pareciendo el puñetero "Cuentamé" y tampoco se trata de eso.
Hacer la maleta ha sido como montar un puzzle de cinco mil piezas, construír un mecano y pasarse el último nivel del Tetris, todo al mismo tiempo. La de cosas que se pueden acumular en nueve meses, y eso que he dejado un montón de objetos en casa. Total, que al final 30 kilitos en el maletón, más la maleta de mano con el Ipad, el Mac y unos cuantos libros, más una mochila a la espalda con todas las capas de ropa que me voy a ir poniendo a medida que me acerque al invierno, además de otro montón de ropa que no había forma de meter en la maleta principal.
El viaje hasta el aeropuerto ha sido fácil, el tren estaba cerca de casa, y desde allí, con un solo trasbordo, he llegado hasta la terminal. El problema ha venido cuando han pesado la maleta y me pasaba por siete kilos del peso permitido. El caso es que ya contaba con ello, y cuando la asistente (o como se llame) me ha contado que tenía que pagar $80 pues nada, a sacar la cartera y a pasar por caja, que le voy a hacer. Entonces veo que la pava marca $560 y se queda tan pancha. Flipando en colores le pregunto qué cojones es eso, por Dios; y claro, ella me cuenta que son $80... ¡pero por kilo! ¡Vamos, ni de coña!, antes quemo la maleta en su cara que pagar esa pasta.
Así que vuelta con el Tetris y a repartir siete kilos entre mi equipaje de mano (que ya de por sí estaba más petado que el camarote de los Marx). Un ingeniero no me hubiera venido nada mal en ese momento. Allí estaba yo, en medio de todo el mundo, sacando cosas de la maleta y metiéndolas a presión en las dos de mano. No sé ni cómo lo he conseguido, pero al final he logrado repartir seis kilos (el último me lo ha perdonado porque le estaba dándo lástima... o verguenza ajena). Eso sí, ahora acarreo con dos maletas de mano que pesan como bloques de hormigón las jodidas. Si de aquí no salgo con la espalda reventada será por obra divina.
Bien, primer nivel superado, ahora tocaba llorar un poco para ver si conseguía un asiento en la fila de salida de emergencia (por el tema del espacio y todo eso), pero claro, había que pagar más (cómo no). Al final, como me las había hecho pasar putas con el maletón, me ha sentado en un sitio en el que, según me ha dicho, no iba a tener problemas de espacio (ya veremos, lo mismo me sienta en el pasillo)
Cuando ya pensaba que no iba a tener más altercados, la mujer se ha fijado en mis dos equipajes de mano y sonriéndome (yo creo porque pensaba que yo debía ser medio retrasado) me cuenta que solo está permitido un equipaje de mano por pasajero. Así que otra vez a llorar: que si no puede hacer una excepción, que si no tengo forma de llevar solo una maleta de mano. Total, que al final la tía (hasta las narices del español toca pelotas) me dice que si quiero entrar con todo el equipaje, yo mismo, pero que si en la aduana me dicen que ni de coña, tendré que joderme y abandonar una maleta.
De verdad, que infierno lo del aeropuerto, te cobran una pasta y no dejan de tocarte las narices ni un instante. En fin, que no me quedaba otra, tenía que intentarlo.
He llegado hasta la aduana y allí un policía con malas pulgas (yo creo que era uno de los que me mandaron a casa en Nochevieja) se me ha quedado mirando cuando he desplegado todo lo que llevaba sobre la cinta transportadora, pero al final no me ha dicho nada y he logrado pasar sin problemas. Segundo nivel superado.
Así que aquí estoy, terminando el café y a quince minutos para embarcar. Espero que no haya problemas a la entrada del avión, ya os contaré.
¡Joder!, voy a echar de menos Australia.
SYDNEY to BANGKOK

¡Estoy super orgulloso!
Estaba esperando en la puerta de embarque para entrar en el avión cuando he visto a una pareja de abueletes que estaban más perdidos que los concursantes de Gran Hermano en una biblioteca. La chica de Quantas (la compañía australiana con la que viajo) estaba diciendo por megafonía que los pasajeros del vuelo tal y tal (el nuestro) podrían embarcar a medida que fueran diciendo el número de asiento. Claro, los pobres abuelos no se enteraban de nada, pero ahí estaba yo para traducirles lo que decían al español, si señor. Así que ya he hecho mi buena acción del día, llevándoles de la manita al interior del avión. Quien me iba a decir a mí hace nueve meses que sería capaz de entender lo que se escucha por megafonía en el aeropuerto (en inglés, se entiende). No, si al final aún habré sacado algo en claro de este viaje (aparte de convertirme en un experto en la elaboración de calimotxo y el diseño de juegos)
El caso es que no he tenido ningún problema para entrar en el avión con mis dos maletas cargadas hasta los topes. Lo malo es que mi asiento sin problemas de espacio, pues hombre... si eres David el gnomo o Papa Pitufo vale, pero en mi caso se queda un poco justo, la verdad. Me han dado un asiento de ventanilla (que sí, que vale, que tiene un poco más de sitio, pero tampoco es para tirar cohetes). Lo bueno es que he tenido una vista impresionante de Sydney al despegar, hasta me ha caído una lagrimilla y todo... Algún día tengo que volver a esta ciudad.

Ahora llevamos tres horitas de vuelo y estamos sobrevolando el Outback (el desierto central australiano). Nos han dado de cenar (un pollo que hasta estaba bueno y todo), e incluso me ha dado tiempo a ver Tintín (in English, of course). Me han tocado un par de alemanas a mi lado, pero no se muestran muy comunicativas... nada que ver con Fucking Michael.
Bueno, voy a dejar de dar la brasa. La noche ha caído sobre nosotros ahí fuera y están apagando las luces del avión. No tengo ni ostias de sueño, así que me quedaré viendo pelis y leyéndo un rato hasta que aterricemos en Bangkok, dentro de cinco horas más o menos. No me queda nada...
BANGKOK

Nueve horas de viaje han pasado, ya solo quedan... ¡Buffff!, prefiero no pensarlo. El viaje hasta este punto dentro de lo esperado, encajonado en mi asiento y con la tía de enfrente con su asiento a tope para atrás desde el minuto uno. Vamos, que me he estado acordando de toda la familia de la asistente de Sydney que me había "conseguido" este asiento tan maravilloso.

Hemos aterrizado en Bangkok a las 3.30am (en Sydney), 11.30pm (en Bangkok) y 5.30pm (en España). Menudo chocho de horas llevo encima, de verdad que ahora mismo no sé si es sábado, domingo, o estoy atrapado en el Día de la Marmota.

El caso es que nos hemos bajado del avión para volver a subir cuando este despegara para Londres. La tripulación , cuando les he preguntado, no tenían ni pajolera idea de a qué hora salíamos, así que nada más pisar el aeropuerto me he ido a mirar el horario de los vuelos. Del mío, ni rastro. Pero bueno, como no me fiaba un pelo del personal y lo último que quería era quedarme tirado en Bangkok, allí que me he quedado, sentado en el suelo y mirando fijamente el panel. Tras media hora sin ninguna información, y viendo que la cosa iba para largo, le he dado una tregua al panel para ir al baño.


Diez puñeteros minutos, eso me ha costado encontrar el servicio y volver frente al panel. Pues en esos diez minutos ya habían puesto mi vuelo, y salía en apenas diez minutos. ¡Diez minutos! ¡Vamos, no me jodas! Pues nada, a correr se ha dicho. Menos mal que por el camino me he encontrado con un tío que llevaba un cartelito con el número de mi vuelo y andaba a la caza de los rezagados, que al final éramos unos cuantos.

He llegado por los pelos, pero he llegado, que es lo que cuenta.

Ahora tengo por delante la etapa más chunga del viaje, un montón de horas hasta llegar a Londres. Me he propuesto permanecer despierto hasta que sea la hora de dormir en España. Según mi reloj ahora son las 7 de la tarde allí, por lo que tengo que aguantar al menos cuatro horas despierto como sea. Va a ser jodido, porque según el horario de Sydney, que es por el que mi cuerpo se rige ahora mismo, son las 5 de la mañana, por lo que si aguanto hasta las 8 (las tres horas que me he propuesto) llevaré 24 horas despierto.

Ya lo sé, menudo rollo os acabo de meter con lo de las horas. Lo siento, pero de alguna forma tengo que mantenerme despierto, ¿no?

Bueno, que el avión está despegando. Ya os contaré que tal esta segunda parte del vuelo.

BANGKOK to LONDON
Al final he aguantado un par de horas nada más. Ha sido terminar de cenar y caer frito. Lo malo es que me he dejado las pastillas para dormir en el maletón, y sin ellas solo he conseguido dormir tres horas, el resto del tiempo, mientras todo el mundo estaba sobando plácidamente, lo he pasado viendo un par de películas y leyendo. Se me ha hecho un poco largo, para qué voy a decir lo contrario, pero ya se ha pasado. Al menos no he estado demasido incómodo.

Ahora, mientras sobrevolamos Rusia, acabamos de tomar un potente desayuno con un café bien cargado (el plan -bastante peregrino, todo hay que decirlo- es ponerme doblado a café para no dormirme hasta que llegue la noche en España). Nos quedan unas tres horas para tomar tierra en Londres. Así con la tontería ya casi me he quitado, salvo imprevistos, la parte más chunga del viaje.

Hora española ahora mismo, las 4.35am. Tengo que mantenerme despierto las siguientes 18 horas como sea, aunque tenga que estar dándome tortas a mí mismo.

LONDON

Londres. Al fin he pisado suelo europeo. ¡Y menudo recibimiento! Ya cuando estábamos aterrizando se veían montones de nieve acumulada en las orillas de la pista. Eso no podía augurar nada bueno, no señor. Y así ha sido al bajar del avión y dirigirme a la terminal. ¡Menudo cambio de temperatura! Y eso que no he salido al exterior en ningún momento, pero claro, el frío ya se sabe, se cuela por los más diminutos huecos.

Menos mal que venía preparado para esta eventualidad (al fin y al cabo uno sigue siendo un chicarrón del norte) y he sacado un par de capas de ropa de la mochila (jersey y cazadora), que he sumado a las otras dos que llevaba puestas. No es mucho para enfrentarse a una ola de frío siberiano, pero tendrá que bastar. Lo bueno es que tampoco voy a pasar mucho tiempo en el exterior, por lo que supongo que me apañaré.


Bien, poco más que contar. Mi vuelo sale en unos cuarenta minutos, y estoy plantado enfrente del panel informativo (otra vez). Ya tengo localizado el avión, pero falta que pongan la puerta de embarque. De todas formas no me muevo de aquí aunque me lo haga encima. No me pasa lo de Bangkok otra vez ni de coña.
LONDON to MADRID

Es raro volver a escuchar a casi todo el mundo hablando en español. Vuelo con Iberia desde Londres a Madrid, y claro, aquí la mayoría habla la lengua patria. Cuando le he preguntado en inglés a la azafata por mi asiento, se me ha quedado mirando y acto seguido me ha preguntado (bueno, casi ha sido una afirmación) si era español (para que os hagáis una idea de mi exquisito acento y pronunciación ingleses)

Por lo demás el avión es lo esperado, un autobús con alas salido de un cómic de Mortadelo. Ya he podido escuchar un par de conversaciones acerca de lo que más preocupa en el país (con el permiso de la crisis): el fútbol. Que si el Barcelona se ha quedado descolgado de la liga, que si patatín, que si patatán (que bien estaba en Australia sin saber nada sobre el puñetero fútbol). Luego me han dejado "El País" y ya me he puesto al día del descalabro general que nos asfixia. Vamos, que leerlo ha sido todo un soplo de optimismo y buen rollo.

Mientras estaba escribiendo esto, el comandante (mucho cargo me parece a mí pare esta lata de sardinas) nos ha informado que acabábamos de entrar en espacio aéreo español. En una hora, más o menos, aterrizamos en Madrid.

Aunque sea perdido en las alturas, ya he llegado a España.

MADRID

Piso suelo español por primera vez en nueve meses. Por fín me he librado de todos los aviones (voy a acabar odiándolos). El maletón ha llegado en perfecto estado y he logrado volver a meter en él todas las cosas que en Sydney tuve que distribuir entre el equipaje de mano. Nada más salir de la zona de recogida de equipajes me he encontrado con Alberto, que estaba esperándome fuera. Un abrazo y a tomarnos unos pinchitos antes de coger el AVE.

La verdad es que me he alegrado mogollón de verlo; el primer amigo de la cuadrilla con el que estoy después de tanto tiempo. Además me ha venido a buscar con el coche y me ha llevado a la estación, todo un lujo. No contento con ello, también ha pagado los pinchos. Si es que con amigos así es una gozada volver de viaje.

Y con respecto a los pinchos... Los echaba de menos, la verdad. Eso de salir a tomarte un vinito o una caña mientras picas algo no se estila mucho en Australia. Es algo que sientes que te falta cuando estás allí.

En fín, que muy bien esta primera toma de contacto. Y en cuanto al tiempo ni tan mal. Yo esperaba encontrarme rachas de viento helado, nieve y témpanos de hielo, pero nada de eso: cuatro grados de temperatura que con el sol calentando el ambiente se hacían muy llevaderos.

Ahora a pillar el AVE y a olvidarme de los malditos aviones.
MADRID to ZARAGOZA

¡Esto es vida! Lástima que no haya una línea de AVE a Australia.
Pillé preferente tanto en el AVE que me lleva a Zaragoza como en el Altaria que luego me llevará a Calahorra; primero porque sabía que iba a estar reventado del viaje y me merecía cierto lujo, y segundo porque el billete en preferente estaba al mismo precio que el normal (bueno, a decir verdad eso fue lo que realmente me decidió)
Fue un acierto. Ahora estoy sentado en una butaca que tiene el triple de espacio del que disponía en el avión, además de que me puedo dar un paseo por el espacioso pasillo cuando me venga en gana. Acabo de terminar de comer (Ensalada lombarda con manzana, Milhojas de bacalao con queso Emmental, Queso Camembert con pan tumaca y un café en condiciones), y mientras escribo esto me estoy tomando un licor de crema de orujo para que la digestión sea menos pesada. Son las cuatro y media pasadas, por lo que no me queda nada para llegar a Zaragoza. Esto sí que es viajar y no el puñetero avión.

Por cierto, sigo despierto. Me he tomado dos cafés sin azucar, así que mi plan de no dormir hasta la noche sigue adelante sin fisuras.
ZARAGOZA

Apenas media hora en la estación para salir del AVE y meterme en el Altaria, pero tiempo suficiente para tomarme un café (y van...) con Enrique, que a pesar del poco tiempo que he estado en Zaragoza, se ha pasado para estar un rato conmigo. Ni que decir tiene que también me he alegrado mucho de verlo, todo un detalle por su parte pasarse por la estación para media hora escasa. ¡Jo!, tal como le he dicho (y a Alberto también) parece que fue la semana pasada cuando me despedía en la misma estación para pirarme a Australia. Lo cierto es que se ha pasado volando (eso siginifica que lo he disfrutado)
Como he dicho poco rato en Zaragoza. Apenas me he metido el café y ya tenía que ir al andén para pillar el último tren. Parecía muy lejano cuando salía ayer por la puerta del apartamento de Bondi Junction, pero esto ya está llegando al final...
ZARAGOZA to CALAHORRA
Ahora sí que no me queda nada para llegar. Acabo de pasar Tudela, así que en apenas un cuarto de hora estaré de vuelta, oficialmente, en el pueblo. Se me hace un poco raro pensar en ello, han sido nueve meses increíbles, y una experiencia única en la vida. Lo cierto es que estoy muy contento de haberlo hecho, algo así no siempre se tiene la oportunidad de llevarlo a cabo, y ya me he quitado la espinita del inglés y la de pasar una temporada fuera. Os agradezco a todos los que habéis estado pendientes de mí todo este tiempo, bien leyéndome en el blog, bien poniendo comentarios. Todo ha sido mucho más fácil sabiendo que estábais allí.
Este tramo del viaje ha sido el más tranquilo. Mejor, un poco de relax antes de llegar a Calahorra y enfrentarme a lo que mis amigos hayan preparado para recibirme. ¡Miedo me da! Quizá debería ir al vagón cafetería y meterme un par de chupitos para afrontar lo que viene...
CALAHORRA
 
Lo de mis amigos ha sido la leche, ja, ja. Estaba el tren aproximándose a la estación cuando uno de mis compañeros de viaje a mirado por la ventanilla (yo estaba un poco escondido, sin saber si bajar o tirar hasta Logroño) y se ha quedado loco al ver a un montón de peña en el andén, con un cartel gigante de bienvenida (Güellcon Luisito creo que ponía), sombreros australianos en la cabeza, un tambor, bocinas, dos megáfonos... Vamos, un infierno. Total, que como quien se lanza a la piscina sin saber si está vacía, llena o repleta de cocodrilos, he bajado del tren y así ha comenzado el espectáculo. Gritos, bocinazos, repicar del tambor... Hasta que el Ruiseñor (mi amigo Guillermo) se ha puesto a cantar sus famosos chopos. Y yo ahí parado, en medio, aguantando el frío y lo que es peor, toda la brasa. Pero ha estado muy bien, me he reído, sobre todo al ver el careto que pònían los del tren, que miraban por las ventanas flopando en colores (no les culpo). Muy buena bienvenida, si señor... Si es que tengo unos amigos que no me los merezco (bueno, sí que me los merezco, que narices, yo hubiera pegado la misma brasa o más si hubiera estado en su situación, ja, ja)
Tras el recibimiento inicial en plan garrulo han llegado los abrazos y el tradicional manteo, y después todos a casita, ya habrá tiempo de estar con todos los amigos más adelante y más tranquilos. De todas formas muchas gracias a todos por el recibimiento, ha sido muy bueno.

Ya estoy de vuelta en Calahorra después de esta pequeña aventura. Además he llegado el día perfecto, en el cumpleaños de mi madre. Una buena cena me esperaba en casa, aunque tampoco he podido comer demasiado, de tan reventado como estaba por el viaje.
En fín, que esto se ha acabado. Como ya he dicho ha sido algo irrepetible, una experiencia única en la vida (aunque espero que haya más, diferentes y mejores si es posible). Pero tal como decía en el anterior post todo llega al final, y esto es el final de mi viaje (y por ende del blog). Recuerdo que utilicé un ejemplo del Señor de los Anillos (perdonad la referencia friki) al principio, cuando hablé del record superado en cuanto a días viviendo fuera de casa. Pues bien, siguiendo con ese libro, me viene a la memoria el final de este, en el que Sam, tras regresar de toda la aventura que lo ha llevado a recorrer lugares con los que antes solo se permitía soñar, entra en su casa, y suspirando dice: "Bueno, estoy de vuelta"
Pues bien, no se me ocurre otra frase mejor para poner punto y final a este blog.
Bueno, estoy de vuelta.

All good things come to an end... es verdad, pero al menos las has vivido.

THE END


viernes, 10 de febrero de 2012

Memories

Ya no queda nada.

La última semana aquí ha pasado volando, y ha estado cargada de despedidas. Hay mucha gente que, al igual que yo, se marcha para sus respectivos países, gente a la que será difícil volver a ver, aunque intentaremos mantener el contacto. Me he despedido de la academia y de sus profesores, y lo cierto es que se me va a hacer raro no volver a clase el lunes por la mañana. Tras nueve meses aquí ya me había acostumbrado al ritmo de vida de Sydney, y ahora lo extraño va a ser volver a Calahorra; más aún cuando el invierno está esperándome para atravesarme con su helada garra nada más bajar del avión.

Pero bueno, no quiero desvariar...

Bien, pues esta es la penúltima entrada que escribo en este blog, la última la empezaré mañana, cuando esté en el aeropuerto de Sydney, y la terminaré en mi habitación de Calahorra. Recorreré medio mundo de distancia para escribir una sola entrada, je, je.

Así que hoy no quiero dejar un montón de palabras contando mis impresiones sobre el viaje y todo ese rollo (amenazo con hacerlo en la próxima entrada). Aprovechando que Alex me ha dejado un CD con un montón de fotos que no había visto hasta ahora (¿os podéis creer que no he llegado a hacer ni 20 fotos en total desde que estoy aquí?), voy a colgar alguna de ellas como recordatorio de los meses que ya han pasado.

Relajaros, poned la música que dejo a continuación y... ¡Os veo a todos y todas en breve...!























Sí, ya lo sé, todas son saliendo de juerga, pero aunque no lo creáis, he hecho muchas otras cosas. Dentro de unos días la última entrada.

All good things come to an end...

lunes, 6 de febrero de 2012

Legendary?

No sé si alguno de vosotros ha visto alguna vez la serie "Cómo conocí a vuestra madre". Para quien no la haya visto nunca simplemente explicar que va de un hombre que va contando las historias de cuando era más joven a sus hijos, para que sepan cómo llegó a conocer a su madre. Bueno, pues hay un personaje, Barney Stinson (un tio que solo piensa en fiestas y en mujeres) que tiene una frase recurrente que utiliza, casi siempre, cuando habla sobre algo que está por venir y que, basicamente, va a ser la ostia. Esa frase es: "Esto va a ser legendario"


¿Qué a que viene esta introducción? Bueno, pues aparte de que así consigo que la entrada sea un poco más larga y además meto un video de por medio, es para contaros las expectativas creadas hacia la última noche de fiesta en Sydney (no por mí, que ya tengo el culo pelado en estos asuntos, pero sí por mi compañero de piso, que esperaba con ansía esa noche y tenía la certeza de que iba a ser... Legendaria)

Y bueno, no sé si el adjetivo podría utilizarse para describir la noche, pero sin duda se podría usar, sin miedo a exagerar, para definir la música que pusieron durante todo la noche. Porque sí, fue legendaria. Una mierda legendaria.

Me explico, que no quiero herir sensibilidades sobre posibles gustos musicales de quienes se aproximan a este blog. Hay dos tipos de música que no soporto cuando salgo de fiesta (y que por desgracia es lo único que pinchan los que se autodenominan DJ), una es la latina (lo siento, la aborrezco, no puedo con ella) y la otra es la música máquina (y aquí, por total desconocimiento, meto en el mismo saco la dance, techno y otras movidas que seguramente serán muy diferentes entre sí, pero que a mí, al final, me suenan igual: a cubo de basura rodando por una cuesta) Para que os hagáis una idea, de todas las canciones que estuvieron poniendo durante el pasado sábado (y repitieron algunas hasta el hartazgo) hay tres que incluso me alegraba escuchar cada vez que las ponían (eso para que veáis el nivel de desesperación que llevaba encima) Os dejo las canciones (de la primera incluso me gusta el grupo, y de las otras dos, al menos los videos son divertidos):


Esta es, con enorme diferencia, la mejor de todas las canciones que puedes escuchar si sales una noche por Kings Cross y no te va mucho el rollo Dance. Además te ríes un rato viendo como los guiris borrachos intentan imitar los movimientos de Mick Jagger.


Cuando ponen esta canción la peña se vuelve loca, especialmente los tíos; si ya con la anterior es un espectáculo verlos imitar a Jagger, con esta cogen el título de la canción por bandera "I´m sexy and I know it" e intentan demostrar lo sexys que son. Decir que solo es lamentable sería como decir que la crisis en España es solo un pequeño bache.


Como habréis podido comprobar esta canción es de los mismos tíos que compusieron la anterior (al parecer tienen bastante éxito por aquí). Pues bien, está es la última de las canciones "decentes" que pinchan por aquí, el resto es un puro infierno. A mi amigo Michael (si recordáis, el alemán que se fue en diciembre) le encantaba y siempre que la ponían se volvía loco; yo creo que si la he colgado aquí es porque cada vez que la escucho me acuerdo de él... Fucking Michael!


Después de haber despotricado un poco sobre la música (lo siento, necesitaba hacerlo, y cada vez que lo comentó con la peña con la que salgo es como predicar en el desierto con una mordaza en la boca), os voy a relatar someramente como fue la noche del sábado. Tal como anticipé en la anterior entrada, no esperéis nada espectacular... ni legendario.

Empezamos la noche cuatro: Bowen (el taiwanés), Pierre (el francés), Alex y yo (los dos españoles). Para la ocasión había preparado un juego (otro, y prometo que es el último) en el que básicamente se trataba de beber los 14 litros de sangría que aguardaban en el frigorífico desde el día anterior (me negué en redondo a hacer calimotxo de nuevo), además me curré un kilo de macarrones con tomate que han estado con nosotros hasta hoy mismo (nos pasamos un poco con la cantidad)

Total, que el juego no estuvo mal, pero no nos llegamos a beber los 14 litros ni de coña (sobraron al menos 6... y menos mal). Tras eso pillamos un taxi y nos aventuramos en nuestra última noche de juerga en el turbio Kings Cross.

Una perspectiva de Kings Cross, con el célebre cartel de Coca-Cola, famoso en todo Sydney.

Para ser justos Kings Cross es un sitio que, si quieres salir de fiesta en Sydney, estás obligado a visitar. Una vez sales de la estación de tren (o en nuestro caso del taxi) y te adentras allí, te ves rodeado de la locura más absoluta. La calle está plagada de gente de todo tipo y condición (en serio, si habéis visto una de esas películas americanas en las que aparece algún personaje estrafalario, casi siempre en el metro o viviendo en la calle, pues te toparas con su hermano gemelo en Kings Cross; no olvidemos que aquí fue donde me encontre con el tuerto del paraguas). Todo el mundo va allí el fin de semana, por lo que la marcha está asegurada.

Ahora bien, tienes que tener claro el tipo de marcha que te vas a encontrar. Para alguien como yo, que no le mola nada la música... llamémosla disco, es la muerte por desollamiento, si no has bebido lo suficiente como para no enterarte de lo que el infame DJ descarga sobre tu pobre cerebro. Y eso fue lo que me pasó el sábado pasado. Acostumbrado al poder narcotizante del insufrible calimotxo, la sangría no surtió el mismo efecto, y me encontré en medio del Kings Cross Hotel (un garito inmenso donde acaba todo el mundo) perfectamente consciente de cuanto acontecía a mi alrededor, pero sobre todo bombardeado por la música máquina que derretía mis pobres neuronas.

Pues imaginadme en medio de la pista de baile, a la una de la mañana, haciendo lo posible para aguantar el tirón (y lográndolo de echo, que me tiré allí hasta casi las cuatro). Lo bueno es que me sirvió para realizar una labor antropológica de la extraña fauna que puebla este lugar.

Tenemos por un lado a todas las mujeres que, empeñadas en usar unos taconazos kilométricos, caminan como patos con parkinson al salir de una noria. De verdad, no entiendo la obsesión de las australianas por los tacones... es que no hay ni una que ande bien con ellos (aunque, claro, también puede ser debido a su estado de embriaguez)

Luego estaba un tío que de repente, y sin venir a cuento de nada, dejó de bailar (o lo que fuera eso) y empezó a hacer flexiones en el suelo, como si le hubiera castigado su sargento o algo así. Y lo peor es que las tías que estaban alrededor empezaron a animarlo, y ya me contarás, lo que le faltaba al figura. Estuvo haciendo flexiones hasta que, literalmente, el sudor le resbalaba por la cara. Pero es que no contento con ello, al poco rato se agarró al marco de una puerta y empezó a hacer dominadas. Yo entonces ya había visto bastante y salí a tomar un poco el aire, porque vamos...

Hubo un poco de todo. Tuvimos a la tía borrachísima que empezó a bailar como una posesa y se cayó tres o cuatro veces (de cualquier forma menos con dignidad); un pavo que de repente se puso en medio de nosotros y allí se quedó, sin mover ni el pelo del bigote el jodido, durante más de diez minutos; también un grupo de japonesas que no hacían más que tocar el culo a todo el que se acercaba (joder con la cultura milenaria nipona); hasta tuve el dudoso honor de que una mujer con muy mala pinta me agarrara por la cintura y se me llevara para bailar con ella, menos mal que anduve hábil de reflejos (es lo que tiene tener la mente despejada) y mostrándole el anillo que llevo (el del Señor de los Anillos, ¡toma frikada!) le dije que estaba casado y que mi señora andaba por el baño; vamos, que escapé por los pelos.

El infame Kings Cross Hotel, antro de perdición.

Y así fue pasando la noche, hasta que ya rondando las cuatro yo saqué la bandera blanca y me rendí completamente y sin condiciones. Ya había tenido suficiente Kings Cross por una noche. Tras eso un poco de alimento para el cuerpo y de vuelta a casita. ¿Lo mejor de todo?, que al día siguiente no tuve nada de resaca.

Aquí os dejo un enlace de la página oficial del Kins Cross Hotel. Las fotos no hacen justicia a lo que de verdad os espera si os acercáis por allí un fin de semana, de verdad.

http://kingscrosshotel.com.au/KingsCrossHotel/669/n/3/0/0/

Para terminar os dejo con una canción sobre Australia, más que nada para relajar un poco tanto Kings Cross y tanta música dance... o como se llame. Esta canción me la pusieron en clase la primera semana que llegue, y la verdad es que me gustó. Espero que a vosotros también. La versión que pongo es la de un anuncio, pero se puede escuchar completa en YouTube.








miércoles, 1 de febrero de 2012

Two stories

Mientras preparo la última salida a Kings Cross este fin de semana (con nuevo juego, macarronada y sangría - me niego a beber calimocho nunca más), os voy a dejar un par de historias que van a publicar en el anuario 2011 de EF (mi academia)

Ya que no he logrado pasar el First (ni voy a reclamar porque son $200 y me dijo el jefe de estudios que nadie que pide una revisión consigue más nota, en todo caso menos), al menos me queda la honrilla de ver publicados un par de cuentos que escribí para clase. No es mucho, lo sé, pero menos da una piedra, ¿no? Además, así cumplo la promesa de escribir algo en inglés en el blog antes de darlo por terminado.

La primera historia es una versión reducida de un cuento que escribí hace muchos años. Seguro que los que sabéis inglés encontraréis alguna que otra falta, pero sed magnánimos, que al fin y al cabo mi nivel oficial es un B1.

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THE VOICE OF THE TOMB


   It was raining. Actually, it was raining a lot, more than the older people of the town could remember. The storm had begun at four o’clock in the afternoon, at the same time that she entered the niche and darkness embraced her for eternity. Now the sky was dark and cloudy. The rain was still falling and night had come.
   Marcus was in front of the niche, immobile, like an ancient statue waiting for something, but for what exactly? He was totally saturated, his tears couldn’t be seen on his face, but they were there, mixed with the rain. 
   All the people had gone, but Marcus wasn’t able to do the same. He couldn’t. How could he leave her alone on a night like this? How could he leave her alone in the cemetery? It was impossible! Susan was afraid of the dark.
   Why? Why had it happened like that? She’d never driven the car, not alone. It was his fault. Susan was gone and he was the guilty one. He had to drive the car, not her. Damn it! Why was he at that damned appointment? Susan had died alone and now he was alone too. He would have rather died with her. What was the sense of anything now?
   Lightning illuminated the night. The cemetery was filled with shadows. Marcus was crying. He put his head against the niche. The wind whistled between the tombs. The rain bore down against the ground.
   Suddenly he heard something. 
   Knock, knock, knock. 
   What had that been? Marcus listened carefully. Nothing around him was important, only the strange noise he’d been hearing. He waited. The seconds passed and nothing happened. It had probably only been the wind, but once again the sound came back.
   Knock, knock. 
   It was impossible! The sound had come from inside the niche. He was sure about this. It was Susan! She was still alive! 
   "Susan" he yelled, "Susan, wait, I’m coming".
   Marcus hit the niche strongly with his hands, but the gravedigger had put up a wall of bricks to cover up the hole and it was impossible to knock down. Marcus kept trying until his hand bled, his skin torn by the wall. The rain poured his blood onto the ground. No brick had been broken. Marcus, insensitive to pain, again put his head on the wall and listened carefully.
   No noise, only the sound of the storm. Another lightning strike broke across the sky. When the roar of thunder came and the silence (a relative silence) reigned in the cemetery, Marcus heard a little noise from the niche. It was only a whisper, as if from far away. But Marcus recognised the sound.
   Knock. 
   Only one this time. He had no time. He had to do something now. But what? He needed help. It was impossible for to break the wall. And suddenly an idea came to his mind. The gravedigger. This man had to have tools to break the wall. A hammer or shovel, something to tear down that damned wall!
   Marcus ran quickly to the gravedigger’s house. He remembered where the house was, only a few metres across the street, opposite the cemetery. He arrived at the door in less than a minute. He knocked on the door urgently. Barely noticing the pain in his hands, Marcus waited nervously for a minute. That short time to him seemed like a lifetime. A light came on behind the door. Marcus knocked on the door again, furiously this time.
   "Bloody hell!" came an angry man’s voice. "What the hell is happening?" 
   A tall man opened the door. He was muscular, like a rugby player. 
   "Who the bloody hell are you?" he growled.
   "I need your help!" begged Marcus. "It’s my wife. She’s alive!" 
   The undertaker looked at Marcus, confused. He remembered him from that afternoon. He was the husband of the woman who he had buried.
   "One moment. What are you saying?" asked the gravedigger. 
   "My wife!" repeated Marcus. His face was like a crazy man. "You have to help me. We have no time!" 
   The gravedigger observed the man in front his door carefully. It was clear he had lost his mind. He tried to be sympathetic towards him. 
   "Listen to me" he said, trying to be friendly. "You’re tired. It has been a long day. It’s best to go home. Tomorrow you’ll see things in a different way".
   "You’re not listening to me. My wife is alive. I heard her. I really need your help!" and started to cry. 
   The gravedigger knew that it was impossible. He saw the body before he buried her; the accident had been horrible. The woman’s body was full of horrific injuries. It was impossible for her to be alive.
   The man was crying, looking defeated. 
   "Please" he said. "I can’t lose her again".
   "Look. I saw your wife before. She’s not alive. You must believe me" said the gravedigger.
   "I don’t care what you think!" he stopped crying. "I heard her inside the tomb. If you don’t want to help me, I’ll look for another way to open that bloody niche".
   A moment of calm settled upon them. The two men looked at each other in silence. The rain was falling down furiously. At last the gravedigger said "Bloody hell! You’re demented, you know? I’ll help you. But I tell you, it will be disgusting to see".
   Marcus didn’t listen to the last words. He quickly entered the house and they looked for tools to break the wall. Finally the gravedigger found two big hammers.
   They arrived in front of the niche a few minutes later. The storm had intensified, and it was raining like it was the end of the world. The thunder roared in the sky, and the wind was so strong that several trees had been thrown to the ground.
   Marcus put his ear against the wall. He couldn’t hear anything. 
   "It’s too late" he said. "We must hurry!". 
   The undertaker took his hammer and, without any word, hit the wall with all his strength. Four bricks had broken on impact. With the second impact the rest of the wall fell down like a house of cards.
   Another lightning strike illuminated the cemetery. Marcus ran to the hole and grabbed the coffin inside. It was too heavy. 
   "I need help" he commanded. 
   The gravedigger helped him reluctantly. They took the coffin out of the niche and put it on the ground carefully. 
   "Please Susan, please" Marcus implored. The coffin had a lock, but Marcus destroyed it with his hammer. And then, before the gravedigger could say anything, he opened the coffin.
    Susan was inside. And she was definitely dead. Her face was disfigured from the accident.  She was unrecognisable.
    "What?" said Marcus.
    "I told you. It was impossible for her to be alive. I’m sorry".
    "But I heard something. I’m sure about this".
    "It was probably only a rat. I’m really sorry".
    Marcus embraced the coffin, crying, completely destroyed. The undertaker stood still, not knowing quite what to do. And from the niche next to Susan’s it heard a weak sound.
    Knock.
    It was the last one, because the man inside the niche, who had been buried that morning, lost consciousness and finally died.



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Bueno, pues esa es la primera historia. Perdonad por el cambio de letra que hay entre diferentes líneas, pero es que hoy el editor de entradas va a su rollo y por mucho que lo he intentado no he logrado arreglarlo.

El siguiente cuento lo escribí cuando teníamos que hacer un ensayo sobre la importancia del inglés en los negocios internacionales. Como me parecía un coñazo infumable me dio por escribir una pequeña fábula, con animales y todo ese rollo, para explicar mi punto de vista. Pues a la profesora le moló, y me pidió permiso para publicarlo también en el anuario. No, si al final voy a tener que llamara a la SGAE para que protejan mis derechos de autor, ja, ja. Aquí os dejo el segundo cuento (este es un poco más corto)
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THE YOUNG BULL
(A Fable about languages on international business)

   Once upon a time there was a young bull who lived in a beautiful country in the south of Beasteurope, an enormous continent where all the animals were happy. But there was a problem indeed because the animals spoke different languages and it was very complicated to understand each other. There were the bulls from Bullspain, the foxes from Foxgland, the wolves from Wolftaly and so many others. Every country had its own language and that was a problema, especially for international business. But the animals were still happy.
   One day the eagles from United Eagles, across the Easy Ocean, flew from their country to Beasteurope and conquered the paceful land. There was no fighting because the animals from Beasteurope were pacific ones and they surrendered to the power of the eagles.
   The animals from the other side of the ocean spoke a very strange language and only the foxes of Foxgland understood it. Foxes soon became allies with eagles and their power grew in Beasteurope. Then things changed. The Alliance between eagles and foxes meant that all Young animals had to learn Petamerican, their official language.
   Every single young animal was taken from their home and sent to E.F.F (Educational Foreign Fields). The poor bull from Bullspain was taken too and sent out so far away from his family and friends, to one of the fields in Foxgland, under the Frozeback Mountains. There were thousans of young animals in that field, always in darkness, always learning the difficult Petamerican language. It was like this for years.
   Meanwhile the aeagles started to control business in Beasteurope. No one understood Petamerican except the foxes and for that reason they created one law which ordered to have one eagle or fox in every company to supervise that everything was correct. Consequently the animals from Foxgland and United Eagles achieved all the power, and the money too.
   ´Undermountain´the young bull was not young any more. He was ten years old and he was an adult now, but an unhappy one because he had not seen his family in more than five years. Actually he had not gone out in all that time. But at last he knew Petamerican. Now he was prepared to look after his family business: “Black Bull”
   But something unexpected had happened while he was learning the language ´undermountain´. A new creatures arrived in Beasteurope and conquered it with the terrible power of their fireblast. Those legendary animals were dragons and they came from Dragonasia, so far away in the east.
   When the bull came back to Bullspain, the dragons had been governing for two years and now things were different again. The eagles had run away to their country and Petamerican had been prohibited. Now the official language was Mandragon and everyone had to learn it.
   The bull hardly said a work to his family when he was taken by the dragons and sent out to the new fields to learn Mandragon.
   And so far as I know, he is still studying it.

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Y eso es todo. Ya he cumplido con hacer una entrada (casi) en inglés. No os preocupéis que el domingo (bueno, mejor el lunes o el martes) os contaré que tal fue la última noche de juerga en Sydney, aunque tampoco esperéis nada espectacular...